Turismo: Río Guadiana

Los Ojos del Guadiana es el paraje manchego que da nombre al origen visible del curso del río, en el que se dirige enseguida hacia las Tablas de Daimiel, refugio de variada fauna y pantanos rumbo a la bella Mérida.

Marcos Blanco Fotos: Lluís Llurba

Turismo: Río Guadiana
Turismo: Río Guadiana

Si bien es cierto que el Guadiana Alto, también llamado Viejo, se encuentra no lejos de aquí formando las hermosas Lagunas de Ruidera, es a partir del manantial que da nombre, en los Ojos del Guadiana donde más estrechamente podremos seguir su bello y entretenido curso. Es decir, porque las cuencas que dirigen su cauce nos separan irremediablemente de él, albergando una buena muestra de los embalses más extenso de la Península.

Viilarrubia de los Ojos y Daimiel son las poblaciones más cercanas a este singular emplazamiento. Pero es entre estas, en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel donde el Guadiana empieza a desbordar toda su belleza. Nunca mejor dicho, ya que debido al plano perfil de la zona y a la acción del río Cigüela hacen de este espacio el humedal manchego que es. Pero el Guadiana no se detiene, y nosotros, tras bordear el pueblo de Malagón, dirigimos nuestro rumbo a Ciudad Real. Antes, el Embalse del Vicario irrumpirá en nuestro camino a través de la N-401. En la cola del pantano, y colindante al poblado de Peralvillo, encontramos un mirador de aves de muy sencillo acceso. Circunvalamos la capital manchega sin grandes complicaciones de tráfico ¡que gozada! Aunque no hay que pasar por alto que la recogida urbe conserva rincones que merecen ser visitados y que hablan de su fecundo paso, como la Puerta de Toledo, único testigo en pie del antiguo Alcázar ciudadraleño.

Ancha es La Mancha

La N-430, proveniente de Albacete, será nuestra 'infiel' compañera hasta prácticamente nuestro destino en la capital extremeña. El suave relieve sigue determinando la ruta, coloreado por el intenso verde de los campos aledaños. Mucho me temo que fruto, y perecedero, del excepcional húmedo invierno acaecido. Más adelante cruzaremos Piedrabuena y, poco más allá, Luciana donde un serpenteante Guadiana aparece por nuestra izquierda. La carretera afronta una súbita depresión del relieve, formando un extenso valle hasta que volvemos a cruzar a nuestro fluido guía, ofreciendo unas bellas imágenes de su retorcido y vigoroso caudal. Un poco antes de alcanzar Puebla de Don Rodrigo, el río se dirige a través de un abrupto paisaje de sierras hacia la Reserva Nacional de Cíjara, donde embalsa sus aguas ¡y de qué manera! a lo largo de los 45 km en los que coincide su curso.

Para no perder detalle del vasto lugar, y justo antes de alcanzar el umbral de la provincia de Badajoz, una estrecha carretera, la única que encontramos a la derecha, aparece un poco más adelante. Recorriendo un tupido bosque, en su mayoría de encinas y chaparras, donde nos llama la atención un cartel de la Cañada Segoviana en lo que más bien parece un impracticable selva, que pronto tornará en un espacio dominado por los abetos de un gran y ordenado porte. Sin cartel viario alguno que encontramos en Extremadura, Villarta de los Montes ya nos anuncia que nos encontramos muy cerca de los famosos Montes de Toledo, responsables de la división de aguas entre las cuencas del Tajo y Guadiana. Donde incluso, no muy lejos de aquí, los mismos tejados de la iglesia de Nuestra Señora de Piedraescrita las separan a una y otra cuenca.

La sierra extremeña

El embalse de Cíjara se encuentra en las inmediaciones de la citada población, cruzamos un recio puente para continuar por la margen derecha del embalse. La carretera empieza a ascender dejándolo atrás, además de estrecharse, aún más si cabe, y degradarse por momentos, a pesar del continuo invento de reparación y mantenimiento a base de parcheo sobre la misma. El bosque de pino y encina domina ahora el paisaje. En el siguiente cruce tornamos dirección hacia Helechosa de los Montes. Hay algo que nos llama poderosamente la atención a medida que avanzamos, mientras esquivamos los abundantes baches, y es la afluencia de pistas forestales que se internan hacia el bosque, pero, sobre todo, que disponen de carteles que informan de sus destinos así como de las distancias en un rústico formato de madera. Anuncian miradores y rincones a los que podremos llegar, si nos descantamos por esta fantástica iniciativa extremeña.

Helechosa de los Montes queda a orillas del mismo pantano de Cíjara, donde la torre de su campanario reivindica su situación en este profundo escenario. Aquí la pesca hace furor entre los aficionados y no es extraño ver a sus más fervientes adeptos ocupando el pantano, incluso entre semana; tanto que según nos cuentan llega a tomar el cariz de invasión durante el fin de semana con sus embarcaciones. La presa de Cíjara nos indica el curso del Guadiana, a la que nos dirigimos sin dejar de disfrutar de la estampa formada por la vasta superficie de agua, delimitada por los bosques de recias coníferas junto al invasivo eucalipto, que nos llega a evocar incluso al de los paisajes de la cornina cántabra. La presa comunica con la entretenida N-502, una de nuestras carreteras favoritas, y durante unos breves kilómetros recorremos esta bella esquinita de la provincia de Cáceres. Un desvío nos conduce a Valdecaballeros, ya de vuelta a Badajoz, donde recorremos el precioso embalse de García de Sola. Su presa se ubica en el paraje de Puerto Peña y Sierra de los Golondrinos, zona ZEPA (zona de especial protección para aves) de gran riqueza ornitológica además de espectacular orografía.

A partir de aquí el relieve se suaviza drásticamente, dando mayor sentido al nombre de esta bella y extensa comarca, La Siberia. Volvemos a la N-430, muy cerca del embalse de Orellana, aunque en esta parte no resulta tan entretenida la carretera. Al llegar al desvío de la presa nos decantamos por una tranquila y estrecha carretera en la que avanzamos entre el Guadiana y el Zújar, y que nos lleva hasta Villanueva de la Serena, Don Benito y por fin el museo al aire libre que supone Mérida.