Las anteriores legiones del omnipresente olivo dan paso a cultivos de la más variada índole, en algunos casos de vastas proporciones y sólo asimilados al lograr los escasos altos que contemplan la ruta. La capital cordobesa apenas levanta una centena de metros sobre el nivel del mar, y eso es prácticamente la mayor cota que encumbraremos en este recorrido de manso perfil. Pero lejos de perpetuas rectas. La ruta serpentea atendiendo a las muchas poblaciones que alimenta, aunque cuenta con la comodidad de modernas variantes en su trazado que no obliga a pasar por todas ellas, aunque quien esto escribe si aconseja. Las faldas de Sierra Morena nos flanquean a nuestra derecha, además de albergar, nada más salir de la metrópoli, a la Medina Azahara, la «Ciudad Brillante». Testigo inerte del poderío del califa Abderramán III y construida con el objetivo de rivalizar con la mismísima ciudad de Córdoba.
Valle del Guadalquivir
Enfilamos la ruta donde enseguida divisamos la silueta de un castillo en una destacada atalaya, es el de Almodóvar del Río y se encuentra en un excelente estado de conservación, además de ofrecer unas privilegiadas vistas sobre la vega que forma aquí el Guadalquivir. Y en su edificación encontramos reminiscencias a su pasado árabe. Poco más adelante se encuentra Posadas, de evocador nombre, no en vano anteriormente era el de Las Posadas del Rey, justificado por la estratégica localización de los caminos que acompañaban al Guadalquivir. En tiempos, esta ruta principal era conocida como Camino Califal, pasando a denominarse, más tarde, Camino Real. Dando origen a unos establecimientos, las posadas, para la comodidad de los cada vez más numerosos y habituales viajeros. Así como pequeñas construcciones defensivas de la propia ruta a modo de torres, no olvidemos lo convulso de aquellas épocas en constante conflicto bélico. Las poblaciones se van sucediendo con un denominador común, su apellido en clara referencia al río.
Al llegar a Lora del Río, la carretera cambia su denominación por el de A-436; que nos acercará a Alcolea del Río, donde todavía podemos apreciar unos molinos de origen árabe junto al río. Poco más adelante, la tranquila Villanueva del Río, antes conocido como Villanueva del Camino, donde encontramos las ruinas del Palacio de los Marqueses de Villanueva, destruido pasto de las llamas aunque nos permite, a día de hoy, apreciar el enorme grosor de sus muros de su construcción. Junto a éste y en claro contraste, la iglesia de Santiago el Mayor, buen ejemplo de la simbiosis de las edificaciones gótica y mudéjar. No lejos de allí y con similar nombre, la populosa Villanueva del Río y Minas, levantada alrededor de una cuenca hullera explotada a mediados del S. XIX, y que aun conserva las edificaciones y máquinas empleadas durante su periodo de producción. En Villaverde del Rio, la vía vuelve a cambiar su numeración por la de A-8006, que al llegar a La Algaba recupera el de A-431 para ya adentrarnos hasta la misma capital de Sevilla.
La visita de la capital resulta a todas luces obligada aunque sea sin bajarnos de la moto, donde podremos apreciar la gustosa arquitectura de las edificaciones que, con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929, se construyeron. Todo ésto en la Avenida la Palmera, junto al Canal Alfonso XII que bebe del mismo Guadalquivir.
Mar adentro
Como si de una ría norteña se tratase, aunque sin el habitual y acusado desnivel colindante, el Guadalquivir adquiere unas proporciones que hacen viable su navegación. Permitiendo el tráfico de navíos de más que considerable tamaño hasta la capital hispalense. Ponemos rumbo hacia Huelva a través del Puente del V Centenario, pero desviándonos por la A-8059 hacia Coria del Río. A partir de Sevilla ya no hay más puentes que salven el, ahora vasto, río, así que sólo una barcaza nos podrá cambiar de orilla, y en Coria la encontramos. Seguidamente si nos topamos con un puente para cruzar el más comedido río Guadaira, que viene de acariciar el sur de la capital. En este punto podemos escoger dos caminos para alcanzar nuestro destino, el más convencional se dirige a Los Palacios y Villafranca, donde tomando la N-IV hasta su cruce con la A-371, a través de Las Cabezas de San Juan, Lebrija y Trebujena, nos llevará a Sanlúcar de Barrameda. O bien, decantarnos por un trayecto más ribereño. Pero siendo más recomendable hacerlo con un modelo trail, debido al escaso asfalto que encontraremos desde ese mismo momento. Recorriendo el Brazo Este del Bajo Guadalquivir, un paisaje artificial ganado al río donde veremos colosales silos de arroz, así como las ruinas de lo que fue el esplendor del pasado en forma de monumentales cortijos a orillas del Guadalquivir. Junto a encantadores tramos de carretera sumidos, prácticamente, en el olvido.
El Parque Nacional de Doñana nos vigila desde la otra ribera, ofreciendo ocasos áfricos a medida que el día nos abandona lentamente. Más adelante, Doñana alcanza, también, esta ribera a través del Pinar de La Algaida. Y un poco más allá, un paisaje dominado por las salinas, antesala de nuestro destino final en Sanlúcar, la desembocadura del río Grande.