Me despierta una música de Sergio Leone, abro los ojos y me encuentro en una extraña habitación con paredes de madera. A mi alrededor unos pocos objetos: una botella medio vacía de bourbon, dos revólveres y un Winchester. Voy vestido como Clint Eastwood en «el Bueno, el Feo y el Malo». Tengo una sensación muy extraña y no es resaca... Algo está pasando, busco en los bolsillo y solo encuentro una llave. Me invade una sensación de desasosiego, que intento aliviar con un poco de aire fresco. Nada eso, al salir a la calle la temperatura es asfixiante y ante mis ojos hay un yermo paraje, que se extiende hasta un horizonte salpicado de montañas de cimas planas y siluetas casi cuadradas. Pero algo llama poderosamente la atención entre el monótono paisaje.
¿Qué moto es esa? Me acerco con cautela, aunque no hay nadie a mi alrededor, tan solo matojos que se mueven empujados por el viento. Es una Indian, todo empieza a venir a mi memoria, aunque no sé en qué época estoy. Me acerco a ella y por un momento me evado de todo. La verdad es que está muy conseguida, la casa de la que he salido, mi atuendo y lo que me rodea me hace pensar que estoy a finales del siglo XIX, al igual que la fecha que aparece en la tapa izquierda del motor, 1901... pero los acabados de esta moto son de primera y parece de última generación. La cabeza del indio luce en ambos lados del bicilíndrico, en la instrumentación, retrovisores, en la tira de cuero que va por encima del depósito y en forma de óptica en la aleta delantera. Su estética está cuidada minuciosamente y cada elemento ha sido diseñado con acierto, incluso las puntas del manillar. Lo único que se me ocurre es cogerla e ir a averiguar lo que está pasando, pero no es tan fácil. La llave que tengo en el bolsillo tiene que ser suya pero no se dónde encaja... mirando un poco encuentro un pulsador con símbolo de puesta en marcha. Click, mágico, la moto cobra vida. La instrumentación, totalmente cromada, como las piñas, le da un toque de estilo único y lo mejor es que se lee muy bien. Aunque sigo desubicado en el espacio-tiempo, en la pantalla digital puedo leer varias cosas, de hecho, tocando un poco los mandos, he encontrado un pulsador, ubicado en la piña izquierda, que cambia la información que ofrece el cuadro. Reloj horario, parciales, consumo medio, marcha engranada, temperatura, régimen del motor, carga de la batería y autonomía. Mucha información. Deduzco dos cosas, con casi 40º no aguantaré mucho en el desierto, pero con los 250 km de autonomía que marca puedo solucionarlo. Cambio el sombrero de paja por un casco y me pongo a sus mandos. Se nota que tiene una masa elevada, pero el centro de gravedad bajo, como sucede con este tipo de motos, te invita a conducirla con confianza. Mucha más de la que me inspiran las siluetas montadas a caballo que veo en un loma lejana ¿hay indios aquí? Quizá sean los dueños de la moto, no me voy a quedar a comprobarlo...
A la carrera
Me ha despistado un instante mirando los detallitos de la Indian y de repente un brusco ruido de cascos y zumbido de las flechas me sacan del ensimismamiento. Apreto tan rápido como puedo el botón de arranque. Más sorpresas, el motor tiene un pulso personal pero suave, es una curiosa mezcla entre una moto japonesa y una Harley-Davidson. Arranca al instante, meto primera con rapidez, acompañada de un «clonk», y salgo derrapando. Algo fácil de controlar gracias al gran par y la lineal entrega de su motor. En la huída descubro el excelente comportamiento del propulsor: es muy suave si lo llevas en bajos o con aperturas medias del acelerador, pero si lo enroscas a tope el Thunder Stroke cambia su sonido y empuja con mucha fuerza. Todo esto lo hace con sonido potente y personal, debido al diseño del cigüeñal y los escapes. Ese profundo rugir que sale de ellos ha puesto nerviosos a los caballos de mis perseguidores, ganando así algo de terreno. Además, los 74 CV de verdad que tengo debajo de mí son más que los suyos...
Por fin un poco de tranquilidad, se abre una gran llanura ante mis ojos. Entre el gran manillar y el horizonte solo hay una larga recta, que me permite internarme en mis propios pensamientos. Encuentro cierta similitud entre este motor, por tacto y carácter, con el de su gran rival, Harley-Davidson. La cilindrada es parecida, 111 pulgadas cúbicas (1.810 cc), por 110 de su compatriota en el mismo segmento, y el cigüeñal tiene una sola muñequilla a la que se anclan las dos bielas y eso en ambos casos les da un carácter diferenciador. El bicilíndrico, llamado Thunder Stroke 111, destaca especialmente por sus altos valores de par y eso lo percibes en que puedes ir muy bajo de vueltas y a la mínima insinuación de la mano derecha, responde con rapidez. Ese tacto de la mano derecha puede venir bien aquí, sobre todo si hay que utilizar la pistola... Las millas pasan y a ningún régimen se perciben vibraciones molestas, lo único es que la aguja que indica el nivel de combustible baja con cierta rapidez. Algo inquietante, dado que a mi alrededor no parece que vaya a encontrar gasolina por ningún sitio. Sigo sin saber qué ha pasado, ni en qué época, ni lugar me encuentro...
Springfield
Lo que faltaba, se está levantando una tormenta de arena. La visibilidad baja, pero buscando un poco encuentro un pulsador para las luces de niebla, situado detrás de la tija. Mucho mejor, estas luces tienen potencia. Sobre la Chief Classic el cuerpo queda en una posición cómoda, pero el ancho manillar está un poco lejos, de modo que los brazos quedan casi totalmente estirados y el viento da en el pecho con fuerza por encima de 120 km/h. No hay problema, porque esa es su velocidad de crucero. Hablando de cruceros, incluye de serie el control de velocidad, que te permite con solo pulsar dos botones de la piña izquierda, que la moto mantenga la velocidad que elijas. El asiento es muy cómodo y la posición de las piernas no es para nada forzada, con un cambio de tacto suave y una gran palanca de freno que te permite accionar el sistema con fuerza y precisión. Lo único que te pide y no encuentras es un sistema de punta tacón para cambiar de marcha.
Hay algo en la distancia. ¿Dónde estaré? Parece que me acerco a un pueblo. Paro a ver el cartel de la entrada, al hacerlo el motor baja progresivamente de régimen y cambia su canto, por un lento petardeo. Springfield es el nombre que se puede leer sobre la madera que hay clavada en el suelo. ¿Massachusetts...? Habrá que investigar, alguien sabrá algo. Avanzo ante la juiciosa mirada de los hombres del pueblo, casi todos con gesto fruncido, barbas prominentes y sombrero bien calado. No tienen cara de muchos amigos al verme sobre una moto que reluce a su paso, además su cautivador sonido les pilla por sorpresa. Lo mejor será ir al centro, allí está el «saloon» y parece que hay gran actividad. Aparco, no es difícil desplegar la pata pero hay que mirar dónde está para hacerlo. La dejo al lado del abrevadero, con la llave de proximidad nadie será capaz de llevársela. Se abren las puertas de la cantina y alguien sale atraído por mi llegada.
-«Forastero, soy George M. Hendee- se presenta. -¿De dónde has sacado esa moto?».
Le cuento la historia pero parece no creerme, mientras otro hombre se acerca a verla con detenimiento. Mira con cara de sorpresa, se da la vuelta hacia mí empuñando su revolver y dice: -«nos ha robado la idea, es una Indian»-. George le grita: -«Tranquilo Oscar, baja el arma»-. Trato de desenfundar rápido, pero antes de que pueda hacerlo alguien me golpea y pierdo el conocimiento. Abro los ojos. ¿Qué ha pasado? Estoy en casa, estaba soñando. Ya me extrañaba que George M. Hendee y C. Oscar Hedstrom, los creadores de la marca en 1901, fuesen unos pistoleros del Oeste...
En el garaje está la nueva Indian Classic de pruebas, así que decido salir a dar una vuelta para ver si lo que pasaba en mi sueño tiene algo de verdad. Todo lo mencionado en la aventura onírica se da también en la realidad. No se qué me sorprende más, si el comportamiento de su parte ciclo o del motor. La verdad es que esperaba un tacto más brusco de todo y menos prestaciones, pero nada de eso. Acelera con mucha contundencia y como pasaba en el «lejano Oeste» es suave en cualquier marcha o régimen de utilización. Tampoco pasa desapercibo el buen hacer del chasis, ya sea en curvas rápidas donde muestra una estabilidad sobresaliente. Luego, en los virajes más lentos es tranquila en cuanto a las reacciones de la dirección, si bien permite un elevado ángulo de inclinación y no roza nada. Es algo que los usuarios de este segmento no demandan, pero que se agradece mucho tener. Sus 368 kg con todo lleno, pasan bastante desapericibidos en el momento en el que se alcanza cierta velocidad, tan solo se notan al mover la dirección de un lado a otro con la moto parada. A pesar de su tamaño y peso es una moto noble y fácil de llevar. Los frenos también están bien resueltos y si utilizas el pedal y la maneta a la vez consigues un buen resultado. Además, están acompañados de un ABS efectivo, que a veces incluso deja que el neumático trasero derrape un instante en maniobras agresivas. Buen trabajo por parte de la marca americana en los aspectos dinámicos.
Conclusión
Desde su integración en Polaris Indian está haciendo un buen trabajo, empezando por la base, el motor Thunder Stroke 111. En el afán de luchar con su rival directo, Harley-Davidson, han conseguido un gran equilibrio en esta mecánica. Ya que tiene suficientes prestaciones, un tacto inconfundible que lo diferencia de su competencia y la suavidad propia de un motor moderno. Así que no renuncias a nada. En la parte ciclo sucede un poco lo mismo, y es que tienes todos los elementos que hacen del mundo custom lo que es, pero las suspensiones trabajan bien, los frenos paran la moto y no tienes limitaciones a la hora de inclinar en las curvas. Por si esto no es suficiente, la marca tiene una tradición como pocas, es la más antigua de Estados Unidos, y eso le da glamour a cualquier Indian. El precio es elevado (24.795 euros), algo también habitual en este segmento, pero a cambio tienes tecnología moderna y un buen conjunto. Lo mejor es verla de cerca y darse una vuelta para dejarse convencer por todas sus virtudes.